Componentes básicos de la ética empresarial

La ética empresarial es el marco de valores que debe regir las actividades comerciales de una organización. Al igual que en la esfera individual, se trata de establecer límites a la hora de llevar a cabo cualquier acción o decisión.

En el plano empresarial, todas las actividades deben tener un sustento ético, desde una sencilla negociación con un empleado hasta el acuerdo con un grupo empresarial que suponga la expansión de la marca.

La ética puede ser, además, fuente de ventajas competitivas para las compañías. Una gestión que respete los valores básicos de la acción comercial y del trato hacia el cliente y las sociedades en general, garantiza que esas empresas sean vistas como promotoras de responsabilidad y compromiso con los entornos.

Algunas empresas elaboran su propio código ético para enmarcar en él las actividades a las que se dedican. Otras, simplemente, optan por cumplir los códigos o normativas que existen en el sector en el que operan.

El marco ético también puede oficiar como herramienta para combatir prácticas poco saludables como la corrupción, el hostigamiento laboral, la difamación de terceros y los anuncios engañosos, entre otros.

La labor ética de una empresa está estrechamente ligada a su nivel de Responsabilidad Social Corporativa, es decir, a todas aquellas prácticas coordinadas que promuevan una buena relación entre las organizaciones y los contextos. Sin embargo, la primera suele ser el marco para la definición de los principios de la segunda.

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Ética empresarial: componentes esenciales

La ética es un concepto demasiado amplio. Los valores que puede englobar pueden ser innumerables y siempre se correrá el riesgo de dejar alguno por fuera de la lista. En el caso de la ética empresarial pasa algo parecido. Cada compañía define los valores que le son más afines o con los que mejor se identifica.

Aun así, desde una visión estandarizada, es posible mencionar algunos aspectos que no pueden faltar en el código ético de cualquier organización:

  • Aplicar los cinco valores fundamentales:

Algunos autores han definido los cinco valores que deben regir cualquier actividad comercial, más allá de sus características específicas. Estos valores son: igualdad, libertad, diálogo, respeto y solidaridad. Deben aplicarse siempre y en cualquiera de los renglones jerárquicos o funcionales.

  • Valores comunes:

No puede ser que para unos niveles de mando operen unos valores y para el resto de los trabajadores otros distintos. Las organizaciones con bases éticas sólidas aplican los mismos principios a todos sus miembros.

  • Satisfacción en todos los niveles:

Accionistas, directivos, empleados, proveedores y clientes deben obtener el mismo grado de satisfacción. El desequilibrio en temas salariales o profesionales es propio de organizaciones con fisuras en su sustento ético.

  • Responsabilidad social de las acciones:

Por supuesto, cuando las empresas incurren en fallos que incumplan cualquiera de los valores que les sustentan como organización, es necesario que asuman el grado de responsabilidad que les cabe. Como decíamos arriba, la Responsabilidad Social Corporativa es, en cierta forma, la materialización de la ética empresarial.

  • Primacía del contrato moral:

Antes que cualquier otro aspecto, en la relación de la empresa con sus miembros y con la sociedad en general debe haber un pacto moral. Los contratos o los acuerdos a los que se pueda llegar más adelante deben reforzar este elemento y no ir en clara contradicción. Lo jurídico-legal debe estar incluido en lo ético-moral.

Ética empresarial: valor para el negocio

Hoy la ética empresarial es parte de la identidad de una organización. Y a nadie le sorprende. Es algo que hasta los consumidores exigen, casi un requisito para poder establecer alianzas con otros actores de la industria o lograr buenos resultados en el mercado. Pero no siempre fue así.

Las primeras grandes empresas, surgidas durante los albores de la Revolución Industrial, eran entidades cuyo primer, último y único objetivo era económico. Su meta era alcanzar la máxima producción y el mayor rendimiento sin importar cómo. Sin embargo, en la actualidad las empresas ya no deben limitarse a la producción de beneficios (aunque, generalmente, sigue siendo su objetivo número uno), sino que, durante su ciclo vital, deben aportar algo a sus empleados y, sobre todo, a la sociedad.

Es aquí donde entra un factor tan importante como la ética empresarial o la responsabilidad social de la empresa. Esto es, todas aquellas acciones que una compañía realiza para mejorar las condiciones de su entorno.

ética empresarial

Dentro de la responsabilidad social de la empresa cobra cada vez más importancia la ética empresarial. Los datos señalan que la apuesta de las empresas por la ética empresarial ha crecido. Cada vez más, las compañías se dan cuenta de la importancia de contar con un sistema integrado de gestión de la ética, probablemente debido a que:

  • Según un estudio de la Universidad de Bentley, el 86 por ciento de los millennials consideran una prioridad principal trabajar para una empresa que se conduce de manera ética y responsable.
  • Los inversores están dispuestos a pagar una prima por empresas que demuestren altos estándares de ética y gobernanza en todo el mundo (Global Investor).
  • La ausencia de ética empresarial eleva el coste de hacer negocios, tal y como demuestran las cifras que recoge este estudio de Josephson Institute.

La percepción de la ética empresarial en su ecosistema

Los sistemas integrados de gestión de la ética se basan en la creación de un código ético, unos principios morales o unos valores. Este código ético se podría definir como el documento corporativo que recoge todas las responsabilidades de la empresa con su entorno y las pautas de comportamiento y actuación que espera de sus empleados.

La ética empresarial es fundamental, tanto en el ámbito interno de la empresa, como para la imagen que la empresa ofrece al exterior. Tener un código ético definido y conocido por todos permite a la empresa construir una imagen más homogénea y tener unas pautas de actuación claras y definidas. Asimismo, permite mejorar la imagen que los clientes o el entorno tienen de la empresa, gracias a unas normas de comportamiento que se rigen por el código ético de la empresa.

La ética empresarial también debe ser aplicada en el trato con la competencia, los clientes, los proveedores o con los propios empleados, ya que es un pilar básico para evitar malas praxis con todos ellos: competencia desleal (con la competencia), mala atención (con los clientes), retrasos injustificados en los pagos (a los proveedores) o condiciones muy poco flexibles (con los trabajadores), por poner algunos ejemplos.

Cabe decir también que la apuesta por la ética empresarial en las empresas no debe ser adoptada únicamente por los puestos directivos, sino que se trata de una base sobre la que tienen que actuar todos los miembros de la compañía, del primero al último, sea cual sea su escalafón jerárquico o área de trabajo. En este sentido, la ética empresarial se erige entonces como una proyección de la ética laboral de cada uno, y viceversa.

En definitiva, la ética empresarial no solo es importante para la imagen de marca, el buen ambiente de trabajo o la imagen que el entorno tiene de la compañía, sino que también ayuda a crear unas pautas de actuación y comportamiento comunes que permiten incrementar la eficacia de la operativa.

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