¿Cómo podemos medir la productividad personal?
Lo fundamental para hablar de productividad es establecer la relación entre recursos disponibles y resultados obtenidos. Es lo que se desprende de la definición tradicional del término que se ha venido aplicando desde hace décadas.
Recientemente, sin embargo, se ha demostrado que también tiene que ver con otros elementos, sobre todo de la cultura interna de las organizaciones aunque también del aspecto externo; entre los primeros podemos mencionar el clima laboral, el nivel de eficacia de la comunicación o el tipo de liderazgo; de los segundos resaltan algunos como la competitividad o las dinámicas del mercado.
Productividad empresarial o productividad personal
Para seguir con lo anterior, está claro que medir la productividad en empresas del siglo XXI tiene que ver más con calidad que con cantidad. El volumen de ventas, si bien fue uno de los elementos de medición empleados desde la Revolución Industrial, ya no se adecúa a las dinámicas actuales.
Una consecuencia directa de este enfoque fue la supremacía de la productividad empresarial sobre la productividad personal.
De hecho, este último término, aunque no nos suene del todo nuevo, se incorporó sólo tras la evolución de los modelos corporativos funcionalistas y la aparición de otros que tenían una visión mucho más democrática y participativa. Sólo hasta que se tuvo plena conciencia del factor humano fue posible avanzar por esta senda.
Productividad personal: claves para una medición eficaz
Sin embargo, precisamente por su complejidad y por el distanciamiento que propone de los indicadores cuantitativos tradicionales (número de ventas, contratos firmados, etc.), la productividad personal aún hoy sigue siendo motivo de debate.
El meollo del asunto está en la forma más eficaz para implementarla. Hay casi tantos métodos como empresas interesadas.
No obstante, salvando los condicionantes que suponen factores como la actividad comercial, el sector o los recursos disponibles, el objetivo de esta herramienta sigue siendo la consecución de objetivos específicos de cada área. Y esto implica, por supuesto, su adaptación tanto al clima laboral como al mercado.
¿Cómo saber, entonces, cuál es la mejor manera de medir la productividad personal? Veamos algunas claves que nos pueden orientar:
- Los mejores indicadores son los objetivos a corto o medio plazo, es decir, aquellos que estén planificados para los próximos dos años. El éxito que encontremos en su ejecución y materialización marcará en cierta forma el nivel de productividad personal.
- Las rutinas y las tareas asumidas son otro elemento. Para obtener un nivel de productividad óptimo, es preciso llevar una carga de trabajo acorde con los recursos que tenemos a mano y con nuestra propia capacidad laboral. Si ésta es mucho mayor, lo más recomendable es delegar tareas en terceros o asumir una agenda menos exigente.
- También importa, y mucho, si los proyectos nos vienen impuestos por terceros o si, en cambio, son el resultado de nuestra propia iniciativa. Esto determinará las decisiones que tomemos durante el proceso y la manera en que evaluemos los resultados.
- La productividad personal también puede medirse en función de los retos más cercanos. Si son muchos, tendremos un problema. Si, en cambio, hemos aprendido a solventarlos, será una prueba de que controlamos el medio o área en el que nos desenvolvemos a diario.
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