Recomendaciones para una buena gestión del estrés

¿Quién no ha sentido ganas de tirar la toalla en mitad de una jornada laboral? ¿A quién no se le ha cruzado por la mente dejarlo todo y salir corriendo?

Sí, todos hemos sido víctimas del estrés derivado de las jornadas laborales, que cada día parecen ser más exigentes. Y no hablamos de un sector o una disciplina en particular; al contrario, se trata de uno de los principales obstáculos para alcanzar buenos niveles de rendimiento y productividad en el siglo XXI.

Vamos, que nadie escapa a esto. Hasta el más planificador de todos, aquel que lleva la cuenta de cada evento, jornada o actividad, se ha sentido alguna vez sobrepasado por las circunstancias y la presión y la ansiedad han afectado sus nervios.

 

El estrés: en qué consiste y cuáles son sus causas

Antes de entrar en materia, detengámonos un poco en lo que significa este fenómeno y en las principales causas que lo generan.

El estrés es un sentimiento de tensión emocional o física que experimentamos ante un contexto o una situación concreta, generalmente asociada a expresiones como la ira, la frustración, el miedo, la incertidumbre y la pérdida del control.

Solemos asociar el estrés a las largas jornadas de trabajo o a una excesiva carga laboral, pues estos dos elementos son bastante recurrentes en un escenario profesional que se torna cada vez más competitivo y exigente.

Pero la imagen de alguien cogiéndose la cabeza y a punto de perder el control no es la única que guarda relación con este tema. El estrés también puede generar problemas como depresión, cansancio, pérdida de memoria, problemas sexuales, falta de energía o poca concentración, entre otros.

 

Hoja de ruta para la gestión del estrés en el trabajo

Sea cual sea tu actividad empresarial y la naturaleza del trabajo que realices, puedes hacerle frente al estrés si sigues las siguientes recomendaciones:

  • Planifica tu jornada:

Tus buenas intenciones sobre una adecuada gestión del estrés deben ir de la mano de unas jornadas bien planificadas. Para ello, ten en cuenta tu capacidad productiva y su relación con las dinámicas del medio en el que te desenvuelvas. Encuentra un equilibrio; no por hacer más se es más productivo.

  • Identifica las fuentes del estrés:

El estrés tiene múltiples fuentes. Empieza por identificar qué es exactamente lo que te genera tensión: la relación con un compañero, el compromiso con un proveedor, la gestión de equipo o el clima laboral, entre otros. Tan pronto lo detectes, el paso siguiente será pensar en una solución que te permita eliminar dicha sensación o, al menos, mitigar sus efectos y reconvertirlos.

  • Mantén el equilibrio emocional:

Es la condición número uno para no perder la calma y evitar ser víctima de estados de ira, impotencia, irritación y, en general, de descontrol emocional. Todas estas reacciones bloquean la mente y evitan que hagas una adecuada gestión de cada situación. Contrólate; antes de actuar, analiza.

  • Desconecta a tiempo:

¿Conoces a alguien que sólo piense en trabajo? Pues bien, esto es lo que no debes hacer. Traza bien los límites entre tu actividad profesional y el resto de aspectos de tu vida diaria. Y, por supuesto, respétalos. No los mezcles. Muchas veces el estrés se produce por frustraciones innecesarias. Una buena forma de hacerlo es practicando algún tipo de ejercicio físico.

 

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