¿Las empresas tienen emocionalidad?

Si hablamos de emocionalidad, es lógico que pensemos en ese tipo de experiencias que tenemos todos los seres humanos ante circunstancias de la vida cotidiana. Sentir esto es innato a nuestra condición. Ahora bien, ¿qué pensarías que te decimos que también es posible hablar de la emocionalidad en la empresa?

 

Emocionalidad en la empresa. ¿Es esto posible?

Cuando nos referimos a la emocionalidad de las empresas, no estamos hablando de una forma literal sobre los sentimientos que puede experimentar una organización como entidad corporativa, y mucho menos que lo hagan de la misma forma que los humanos, que sí tenemos la capacidad de experimentar emociones individualmente.

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De lo que se trata es de definir el estado emocional de los grupos de trabajo que forman parte de una organización, algo que, visto desde una perspectiva general, da lugar al concepto de la emocionalidad de las empresas.

Cabe señalar que las empresas no tienen un solo estado emocional, sobre todo si son grandes o si su estructura es especialmente compleja. Puede haber muchas emociones a la vez, incluso mezcladas unas con otras, pues en estos casos las diferencias entre unos y otros niveles son especialmente notorias y generan conductas específicas.

Aun así, siempre hay una emoción o una tendencia de estado anímico que se impone sobre las demás, y que para el caso de la gestión empresarial es lo que conocemos con el nombre de emocionalidad de las empresas.

 

Por qué debemos gestionar la emocionalidad en las empresas

La emocionalidad de las empresas es, en cierto modo, el resultado del clima laboral que sus responsables y directivos han creado. Otra veces se influido por factores externos que condicionan (o potencian) los resultados comerciales.

Sea como sea, lo importante es tener claro que la gestión de este aspecto es de vital importancia para cualquier tipo de organización, no importa cuál sea su naturaleza, el sector al que pertenezca, las funciones de sus equipos de trabajo, entre otras variables.

Las emociones que pueden encontrarse en las empresas son, según varios teóricos en la materia, de dos tipos: restrictivas, que son las que limitan las posibilidades de acción de una compañía, y entre las cuales contamos la endivia, la resignación o la pasividad; y las expansivas, como por ejemplo la paz y la serenidad, que contribuyen notablemente a aumentar los índices de productividad y la calidad de los procesos.

Ahora bien, además de ello es apenas lógico preguntarse por qué es tan importante la gestión de la emocionalidad empresarial. ¿Se te ocurren otras razones? A nosotros, sí:

  • Es una vía directa hacia la consecución de los objetivos. Tanto si lo que predomina es una emoción expansiva como restrictiva, lo importante es cómo las gestionamos y las orientamos hacia los objetivos propuestos. Recuerda que hasta de las emociones negativas podemos sacar cosas buenas.
  • Es un elemento clave para el crecimiento empresarial, pues casi nunca un negocio con emociones restrictivas ha logrado salir a flote; en cambio, los que experimentan climas expansivos lo tienen mucho más sencillo, por ejemplo si su objetivo es llevar a cabo planes de desarrollo comercial o de incremento de presencia en un mercado específico.

  

La emocionalidad empresarial es, en realidad, una gran red que se conforma de todas las experiencias que tienen lugar en una empresa. Saber identificarlas y gestionarlas puede resultar un elemento diferenciador de cara al desarrollo de planes de expansión.

 

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