Que el miedo no te paralice

Tienes claro que marcharte de tu actual empresa, es la única manera de reconducir tu vida. Sin embargo temes lo peor. ¿Qué pasará si no encuentras un empleo? ¿Y si dejas tu puesto estable y a los tres meses te echan a la calle? ¿Cómo vas a dejar tu trabajo con la crisis actual? ¿Quién te va a contratar a tu edad?

Al final lo que ocurre es que, aunque tu impulso y tu deseo están claros, parece que nunca es buen momento para dar el paso. Cualquier razón es buena y más con los tiempos actuales. La situación económica, el descenso del número de ofertas de empleo, la alta tasa de desempleo, las ofertas cada vez más especializadas, el número de competidores al que te tendrás que enfrentar en una selección…

Dominados por el miedo

En general, las personas se pueden clasificar en dos categorías:

  • Aquellas que se resisten al cambio. Muchos prefieren lo malo conocido que lo bueno por conocer.  Son conformistas y aceptan con resignación su realidad. Sí, intentan mejorarla, pero dentro de sus posibilidades sin asumir demasiados riesgos. Suelen pensar que lo que pierden es mucho más que lo que ganan. Así, pueden llegar a convertirse en profesionales que optan por conservar su puesto, pese a no estar bien en él. En números, constituyen un alto porcentaje de la población.
  • Las que asumen riesgos y abrazan los cambios.  Se trata de personas de naturaleza optimista, a veces demasiado. Se lanzan al vacío con o sin red. A veces han considerado bien los riesgos, otras ni siquiera han pensado en ellos porque tienen la confianza de que si se esfuerzan todo saldrá bien. Prefieren perder lo que tienen antes de seguir como están, porque a su optimismo se une su insatisfacción y su necesidad de hacer todo lo posible para estar mejor. Se trata de personas que buscan constantemente otros estímulos, donde se incluye una mejora laboral.

A estos dos tipos de personas les diferencia una emoción: el miedo.

El miedo es una sensación necesaria para el ser humano, ya que previene de los peligros. Pero existe un miedo irracional que paraliza, que no deja actuar. Es el principal motivo por el que la gente no se atreve a tomar una decisión, a dar el siguiente paso.

Cuando te pones tantos pretextos, pregúntate ¿A qué le tienes miedo?

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El origen del miedo

El miedo encuentra su germen en diversas causas:

  • Lo desconocido.  ¿Y si el nuevo trabajo no es cómo esperaba? Salir de la comodidad de la rutina, enfrentarte  a nuevas situaciones, no saber qué pasará después. La incertidumbre provoca angustia e impide avanzar.
  • El fracaso es otro de los motivos por el que se tiene miedo. No cumplir con las propias expectativas o con las de los demás.  El miedo a no conseguir el éxito deseado provoca una frustración de la que es muy difícil reponerse. Por eso, muchas personas se dan por vencidas antes incluso de actuar.
  • El éxito. Muchas personas temen ver cumplidos sus deseos por las responsabilidades y obligaciones que conlleva. También saben que se enfrentarán tarde o temprano a la pregunta ¿qué pasará cuando ya haya conseguido lo que quiero? El vacío que conlleva cumplir los deseos, si no son reemplazados por otros nuevos a tiempo, puede llevarte a pensar que lo que has conseguido no es realmente lo que querías, porque tu sensación de insatisfacción es permanente. Gestionar este tipo de sentimientos también es muy complejo, por lo que muchos optan por acercarse a sus sueños pero sin terminar nunca de darlo todo por ellos.
  • Posibles perdidas. En otras ocasiones los miedos vienen por lo que se deja atrás, por las posibles pérdidas, reales o no. Abandonar un trabajo estable, unos ingresos, una seguridad que garantiza un nivel de vida… ¿podrás con ello?

Enfrentarse a la cuestión de la edad

En lo relacionado con el mundo laboral,  un factor constantemente asociado al miedo es la edad. A los jóvenes no les asusta tanto cambiar de empleo y buscar nuevas oportunidades. Tienen tiempo para rectificar si se equivocan. Por el contrario, a partir de determinada edad, la realidad se ve de otra manera.

Con el paso de los años se van asumiendo cada vez más obligaciones y el carácter se vuelve más conservador. La hipoteca, recibos mensuales, hijos a los que mantener… todo suma. Por otro lado está la dificultad para encontrar un empleo a partir de los 45 años. Sin embargo estas razones no pueden justificarte para permanecer en un puesto laboral que no te aporta nada, en el que no eres feliz.

Es posible ser mayor de 45 años y optar por un empleo mejor. Has de ser realista y valorar tus cualidades, tus capacidades. A tu favor juegan factores como tu mayor experiencia, tus conocimientos o tus destrezas y habilidades.

Para poder acceder al mercado laboral sin problemas, es imprescindible que cuentes con la formación necesaria. Intentar alcanzar tus nuevas metas te obligará a adaptarte a los cambios rápidamente. El reciclaje profesional es una condición obligatoria si deseas ser seleccionado para otro puesto. La edad no es un límite en este caso, nunca es demasiado tarde para aprender.

Vivir el cambio como positivo

Es hora de analizar tus miedos y ser realistas. No puedes ver el cambio siempre como algo negativo. Hay que vivirlo como algo positivo. Vas a vivir una nueva experiencia, que te va a enriquecer, de la que vas a aprender. No tengas miedo a equivocarte. Recuerda que de los errores también se aprende.

Las personas que dedican sus energías a cumplir sus deseos, que cambian de empleo buscando nuevas experiencias y aprendizajes, son personas que se enfrentan a sus miedos, que no temen demostrar lo que valen ni equivocarse. Recuerda que si no te arriesgas nunca ganarás.

 

Fuente imagen: Flickr/Zeevveez




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