Pasos para crear una empresa

Ocurre no pocas veces: un emprendedor encuentra un nicho de mercado, hace planes para la elaboración de un producto innovador y llega a la conclusión de que tiene una excelente idea de negocio. Sin embargo, en el momento en que se dispone a llevar todo esto a la práctica, no sabe cómo hacerlo. ¿Te suena familiar?

Es posible que sí. Diversos estudios e investigaciones de mercadotecnia aseguran que una buena parte de las personas que planean la constitución de un negocio nuevo no lo hacen por falta de conocimiento del proceso.

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Entre las principales causas que explicarían esto, están la falta de información sobre los trámites y exigencias jurídico-legales, la poca formación en el área de negocios y hasta un vacío de motivación que frena el impulso inicial.

A lo anterior hay que añadir problemas concretos de la confección del negocio, como por ejemplo la calidad y oportunidad del producto, la configuración del público o target group, la ubicación del local, el análisis del mercado, la competencia, el análisis de los precios y, por supuesto, la financiación.

Como vemos, se trata de un proceso complejo y que lleva tiempo. Ningún negocio nace de la noche a la mañana. Su constitución requiere un trabajo que puede prolongarse durante meses o, según el tipo de proyecto, incluso años. El secreto, pues, parece estar en una buena planificación de todos los elementos que intervienen.

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Crear una empresa: de la idea al mercado

Abrir un negocio propio es el sueño de muchos. Quienes lo hacen van en busca de la independencia financiera y de la consolidación de un producto o servicio en el mercado al que apuntan, además del prestigio social y de la satisfacción personal. Todos, hasta los empresarios más reconocidos, han dado el mismo paso.

Muchos de ellos han caído varias veces antes de consolidarse del todo. Está claro que comenzar no es fácil y que, además del esfuerzo y la disciplina, se requiere de una dosis de suerte para cumplir con los objetivos trazados.

Sin embargo, ese margen de error, que en esta etapa suele ser menor que en otras, es posible dominarlo si se realiza una buena planificación del negocio. No es que con ella se eliminen todos los riesgos, pero al menos se tiene un mayor control de elementos como la inversión, los recursos, la viabilidad del producto, etc.

Tal como hemos dicho antes, el proceso de creación de una empresa suele ser lento, minucioso y complejo. Tiene varias etapas, que varían en función de la naturaleza de la empresa que se pretenda crear y de los propósitos del emprendedor. Aun así, es posible señalar algunos pasos básicos:

1) Definición de la idea de negocio:

Todo parte de una idea. El primer impulso para crear una empresa nace de visualizar una oportunidad, una necesidad no cubierta o un espectro de negocio rentable que no haya sido ocupado por ninguna marca.

En esta etapa, la tarea del emprendedor es similar a la de un escultor: pulir poco a poco la pieza hasta definirla y visualizarla. Es decir, aterrizar los conceptos, concretarlos y hacer el ejercicio hipotético de llevarlos a la práctica. No importa que la idea original sufra cambios; lo importante es darle un sentido.

Para ampliar su perspectiva de negocio, el emprendedor puede recurrir a ejemplos de ideas de negocio de éxito en su sector o en otros. También se recomienda leer historias de la vida de los CEOs que en su momento dieron el mismo paso. Sus experiencias, consejos y recomendaciones son elementos de gran valor.

2) Elaboración del Plan:

El Plan de Negocio es la concreción de la idea en sí misma. Todo lo que se ha pensado y concebido en la primera etapa, ahora se traslada al papel y se plasma en un documento que servirá de referencia para todo el proceso. O en otras palabras, será el marco en el cual se llevará a la práctica la idea de empresa.

Todo Plan de Negocio nace de un exhaustivo análisis de los elementos que componen la idea de empresa. Las proyecciones deben ser viables y realistas. Dichos elementos son:

  • Los recursos disponibles.
  • El producto.
  • El mercado al que se aspira.
  • La financiación.
  • Los competidores.
  • El público.

3) Adquisición de recursos:

Dado que el sostenimiento de una empresa depende casi exclusivamente de su modelo de financiación, el tercer eslabón en la cadena corresponde a la definición de recursos. En esta categoría entran no sólo la inversión inicial y los socios que realizan aportes al negocio, sino también las estrategias de sostenibilidad. El principal objetivo de esta etapa es garantizar la viabilidad de la idea de negocio, pues un número significativo de emprendedores inician labores sin saber a ciencia cierta cuánto tiempo permanecerá el negocio en funciones. Riesgo no es sinónimo de improvisación.

La financiación puede realizarse a través de ámbitos cercanos al emprendedor como su familia, amigos o allegados. Otra forma, aunque más convencional y que supone más requisitos, son los créditos bancarios o los préstamos.

4) Nacimiento del negocio:

Cuando la viabilidad y los otros elementos han sido definidos, el negocio puede ponerse en marcha. Sin embargo, antes de esto es necesario que el emprendedor cumpla con las exigencias legales y jurídicas vigentes en el lugar de operación. Por ejemplo: trámites, licencias, permisos, auditorías, inspecciones, etc.

En algunos países, como por ejemplo en España, existen subvenciones o ayudas para el emprendimiento a condición de que los proyectos cumplan con toda la documentación requerida, lo que constituye otra alternativa de financiación.

5) Crecimiento y sostenibilidad:

El trabajo del emprendedor no acaba con la apertura. Por el contrario, es el inicio de un proceso de consolidación y estabilidad. Una vez la empresa esté en funcionamiento, es necesario generar estrategias que ayuden a captar nuevos ingresos, contactar a nuevos clientes y aumentar las ventas. Desde luego, también debe existir una preocupación por la mejora de los procesos internos y de la calidad de los productos, dos elementos que, sin duda, constituyen la mejor inversión a largo plazo para cualquier empresa. Si se los toma en serio, pueden constituirse en valores añadidos a la marca.

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