Responsabilidad solidaria: qué es
La responsabilidad solidaria de las empresas se enmarca dentro de un concepto más amplio, el de la Responsabilidad Social Corporativa.
Al hablar de solidaridad empresarial, nos referimos a la contribución que las compañías hacen de alguna u otra forma al entorno en el que operan. Dicha contribución no tiene que ser necesariamente derivada del servicio o producto comercializado. Puede ser un acto filantrópico o vinculado a alguna iniciativa de carácter social.
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Por ejemplo, algunas entidades crediticias desarrollan o financian programas dirigidos a estudiantes, niños o personas en riesgo de exclusión. Aunque no es su especialidad, lo hacen como parte de su política social.
Otras empresas, como las ONG o algunos organismos del tercer sector, intervienen de forma directa en sus campos de acción. Los ejemplos más cercanos los encontramos en Médicos sin Fronteras, Cáritas o Acnur, entre otras.
Lo anterior corrobora un nuevo enfoque empresarial según el cual la solidaridad y el desarrollo económico no son polos opuestos, tal como se creyó hasta hace unos años. Por el contrario, son dos conceptos que van unidos.
De hecho, las acciones de solidaridad empresarial son una forma a través de la cual las empresas devuelven a la sociedad parte del beneficio que han obtenido. Es decir, no sólo están allí para vender y obtener beneficios; su papel, ante todo, es contribuir a la sociedad y promover un comercio justo sostenible.
¿Se puede medir la solidaridad empresarial?
La solidaridad debe ser un elemento que forme parte de la estrategia competitiva de las organizaciones. Cuando es así, las empresas no sólo le dan la importancia que merece, sino que además planifican mejor las acciones y destinan los recursos necesarios para su desarrollo. Muchas la incluyen en su plan de negocio.
Aunque es difícil medir acciones de este tipo, pues en principio escapan a los baremos tradicionales, el grado de solidaridad de una compañía puede calcularse en función de algunos aspectos que mencionamos a continuación:
- Calidad de las acciones:
El primer indicador es la calidad de las acciones solidarias. Y calidad, en este caso, es sinónimo de planificación, ejecución, desarrollo y evolución de las mismas. Para que una acción solidaria tenga verdadera repercusión, debe ser ejecutada en todas sus etapas y cumplir con los objetivos propuestos al inicio.
- Continuidad de los programas:
La continuidad también es importante. Algunas acciones solidarias no bastan por sí mismas y es necesario que deriven en programas con objetivos y recursos concretos. El programa garantiza continuidad, supervisión y un mayor grado de intervención en el sector, área o población específica.
- Acogida de las acciones:
Los destinatarios de las acciones solidarias son básicamente la sociedad y el entorno en el que operan las empresas. Cuando una acción tiene gran acogida, significa que está cubriendo una necesidad real. Ésta también es otra forma de medir el grado de solidaridad de las empresas y el alcance de sus actos.
- Beneficios:
Sin embargo, quizá el indicador más tangible sea el de los resultados. Cada acción solidaria debe aportar unos beneficios reales, directos o indirectos en las personas o el entorno en el que se llevan a cabo. Cuando los beneficios no sólo son tangibles sino que su repercusión es inmediata, está claro que se trata de una acción solidaria de éxito. Un resultado se convierte en beneficio cuando coincide con los objetivos que se han trazado en la etapa de planificación de la acción.
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