La ley de los rendimientos decrecientes

La ley de los rendimientos decrecientes apareció en los primeros años de la economía moderna de la mano de autores como Thomas Malthus, Johann Heinrich von Thünen, David Ricardo y, sobre todo, Jacques Turgot.

A este último se le atribuye la formulación más conocida, cuyo objetivo era explicar la disminución de los factores de producción de un bien frente a los beneficios obtenidos durante el proceso de elaboración.

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En principio fue utilizada para entender el aumento de los precios agrícolas en la Gran Bretaña del siglo XVIII. De hecho, el ejemplo clásico al que siempre se recurre para una explicación más concreta de su postulado es el de la parcela de tierra:

  1. En la parcela se cultivan lechuga y maíz. Su labranza implica un aumento de la producción de estos dos productos.
  2. Una segunda y una tercera labranza hacen progresar aún más la producción, algo que se traduce en mayores beneficios para sus propietarios.
  3. El nivel de producción aumenta varias cosechas más.
  4. Sin embargo, a partir de la sexta o séptima cosecha el nivel de producción de lechugas y maíz apenas registra un leve crecimiento.
  5. De hecho, en una novena o décima cosecha la producción es la misma. O sea, ha llegado a un punto en el no puede aumentar más.
  6. El agotamiento del suelo es evidente. Cualquiera que sea la unidad de trabajo implementada, la producción de lechugas y maíz se mantendrá.
  7. Los productos estabilizan su radio de consumo.
  8. Si los propietarios de la parcela invierten más recursos en la producción (por ejemplo, la contratación de un nuevo trabajador), el precio de los productos irá al alza sin que esto suponga un aumento en el número de lechugas.

Rendimientos decrecientes: otras consideraciones

Los principales críticos de la ley promulgada por Turgot y Ricardo afirman que sólo es aplicable al sector de la agricultura, pues algunos factores de la producción (la lluvia, la calidad de la tierra, etc.) no son dominados del todo por el hombre. En cambio, en el sector de la industria ocurre lo contrario.

Independientemente de tal afirmación, sí que es cierto que toda actividad económica pasa primero por una fase de incremento de su producción que, tras alcanzar un punto óptimo, se estabiliza por más que se añadan nuevos factores.

Ahora bien, también lo es que la ley de rendimientos decrecientes exige que se cumplan ciertas condiciones del entorno:

  • Los factores de producción deben ser homogéneos. Por ejemplo, en el caso de la parcela, la cantidad de tierra cultivable es siempre la misma. O la dependencia de los trabajadores, que excluyen la opción de una labranza tecnificada.
  • La situación requiere estabilidad. No pueden introducirse otros medios técnicos que supongan alcanzar nuevos rendimientos crecientes, tal como sucede actualmente en muchos sectores de la industria. Con el ánimo de aumentar sus rendimientos y sus índices de producción, muchas empresas recurren a tecnologías o infraestructuras que rompen la linealidad de la ley de rendimientos crecientes.
  • Los factores de producción nunca van solos. Es decir, siempre que se recurre a uno nuevo, éste,  invariablemente, está ligado a otro. Los trabajadores contratados para labrar la parcela suponen, por ejemplo, costes en materia de seguridad social y laboral y capital técnico (herramientas, utensilios, uniformes, entre otros).

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