Alta gerencia y calidad: vínculo recíproco
A la hora de implementar un sistema de gestión de calidad en una empresa, todos sus integrantes deben estar al tanto del proceso y participar activamente en él, sobre todo uno de sus niveles: la gerencia o alta dirección.
La experiencia ha demostrado que el nivel de implicación de los directores, gerentes, jefes y CEOs es proporcional al éxito de un sistema de gestión de calidad.
O dicho en otras palabras, no puede entenderse lo uno sin lo otro: la gestión de la calidad sólo es posible con una alta dirección comprometida; a la vez, no puede hablarse de una alta dirección eficiente sin una gestión de calidad.
¿Cómo apostar por la gestión de calidad desde la alta gestión?
Cada empresa implementa su sistema de gestión de calidad en función de necesidades y requerimientos propios. Los mecanismos y las estrategias no son siempre los mismos, aunque sí que van orientados en la misma dirección: transmitir la idea a todos los niveles y departamentos corporativos.
El secreto está, entonces, en cómo se hace. ISO, el principal referente mundial en temas de calidad, considera que muchas empresas, pese a que previamente han definido sus estrategias de implementación, con el tiempo descubren que poseen sistemas frágiles, ineficientes y poco adaptables a las necesidades reales del negocio.
Entre las distintas causas, el organismo señala la responsabilidad de la alta dirección en procesos de estas características, que no siempre es la que debería ser. Al contrario, suele pensarse que dicha labor acaba con la delegación de funciones y una supervisión y monitorización a distancia.
Los ejemplos de este tipo abundan y es preciso insistir en acciones concretas que desde la alta dirección deben tomarse para garantizar el éxito del proceso. Veamos algunas:
- Vincular los objetivos de calidad al plan estratégico:
De poco sirve un sistema de gestión de calidad si no se incluye en el plan estratégico de la empresa. Sería como trabajar en dos frentes al mismo tiempo. La alta gerencia debe encargarse de que la calidad sea un elemento más de dicho plan.
- Ser el motor que impulsa los cambios:
La labor de la alta gerencia no sólo consiste en delegar funciones en otros. Esto es insuficiente. Un buen directivo debe ser el principal impulsor de los cambios que lleven a una mejor calidad de los procesos internos. Y para ello, son fundamentales su compromiso y la empatía que establezca con sus equipos.
- Centrarse más en el cómo que en el qué:
El éxito de un sistema de gestión de calidad no sólo reside en lo que se hace, sino sobre todo en cómo se hace. En ese sentido, la supervisión y el acompañamiento son elementos esenciales para una buena implementación.
- Que el sistema sea una forma de trabajo, no una carga:
Muchas empresas fracasan en su intento de implementar un sistema de gestión de calidad porque los equipos de trabajo lo asumen como una carga adicional, un extra que les resta tiempo y esfuerzos. En esto la alta gerencia debe ser muy persistente. Tendrá que incorporar las acciones de calidad al desempeño diario de su personal para que éste lo asuma como parte de su rutina. Es decir, formularios, controles, indicadores y auditorías, entre otros, deben integrarse la cultura organizacional.
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